martes, 16 de septiembre de 2008

Una Carpanta en la Piazza Navona

Siempre he tenido vocación de pija aunque nunca llegara a conseguir ser la mujer A de la que un día me habló Tomás.

Ahora tengo vocación de Carpanta, ese personajillo tan simpático de Ibáñez que rapiñaba lo que podía para comer. Porque la vida del emancipado pobre en un país extranjero es muy dura y más cuando es tan torpe que se cae por la calle a lo largo y rompe el móvil y el mp3... Menos mal que tengo mi libro "Mamá, ¿cómo se pone la olla express?" que lo mismo te enseña a coser un botón que a preparar canapés suculentos para las visitas.

De momento vivo con tres alemanas que son encantadoras y parecen modelos. Mi habitación es una especie de zulo ortega-lariano pero con un poster de Audrey y unas cuantas velas lo he adecentado. Todavía espero a un hombre fornido que me coloque el espejo que compré en Ikea el segundo día y que tengo apoyado en la cama.

La ciudad es una maravilla, me encanta. El transporte público no me gusta tanto y los macarras que van con las canciones del móvil altísimas al lado de la oreja tampoco. Al final el balance de la primera semana es positivo.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Reencuentros y despedidas


De nuevo Stacy y de nuevo costumbres alimenticias sorprendentes. Resulta que los australianos comen carne de canguro como el que come ternera...
La novedad en este viaje ha sido Mike, su novio. Ha intentado esmerarse en convertirme en una Shaz (una especie de aussie aguerrida que pega con un puño a su marido mientras bebe con la otra cerveza) pero dice que soy una girly girl y que no hay manera de reconvertirme. De hecho no sé si me gusta demasiado esa definición porque la he visto en un pie de foto que se refería a Paris Hilton.
Gracias a mis correcaminos particulares , que en vez de visitar los monumentos corren por ellos, he visto Madrid como un anglo-guiri más, con tablao flamenco incluido. Tres gitanos andaluces tocando la guitarra, otros tres cantando y uno con look italiano bailando. Ole ole y ole.
Las barcas del Retiro han sido mi homenaje particular. Les engañé diciendo que era muy castizo montarse ahí (mi primera vez) y navegué junto a las parejitas tres cuartos de hora. Como el mundo es gay, tiene una que acostumbrarse a remar en la barca por sí misma y vivir esos momentos románticos con introspección, que no se diga.
Barcelona me ha sorprendido. Mucho. El compañero de habitación en el hostal, mudo y con bañadores speedo a rayas azules y blancas como los marineros de Dolce & Gabbana también. La heterosexualidad ha muerto. Es definitivo.