martes, 20 de mayo de 2008

Caffè Latte a Roma


Te invito a un café en Roma, frente al Panteón. Es una cafetería turística, oiremos conversaciones en japonés, inglés y alemán, quizá el camarero hable italiano.
Miraremos al frente y veremos las escaleras en las que una vez me rompí el pantalón vaquero sin darme cuenta y acabé con el estilo de Penélope Cruz en La quinta Marcha (aunque con las cejas mejor depiladas). Debajo de los pies adoquines suaves. Recordaremos alguna cita de esas que poníamos en las carpetas cuando éramos adolescentes. Me gusta aquella que dice "si quieres algo déjalo libre, si vuelve a ti es tuyo". Al final te das cuenta de que puedes incluir entre tus propiedades pocas cosas y ninguna persona.
Te invito a un café para escuchar las voces de alrededor. La radio es así. Cierras los ojos, escuchas una voz e imaginas una cara, irremediablemente. Esa cara nunca se corresponde con la realidad, nunca nos satisface, da igual como sea. La imaginación siempre es más poderosa... Qué atractiva es la voz.

viernes, 16 de mayo de 2008

Azahara y los Cuerpos Celestes

El jueves pasado estuve en el estreno de "Nunca estuviste tan adorable" en el Valle Inclán. Es de un dramaturgo argentino, Javier Daulte, que cuenta la historia de la familia de su madre en dos horas sin interrupción.

He de reconocer que se me hizo un poco larga, quizá porque no había dormido mucho, quizá porque el ritmo se quedaba por el camino a la hora y media de función.

Lo que más me gustó fue el sarao de después. Uno de mis propósitos para el nuevo año será aprender a simular que me parece de lo más mundano estar rodeada de gente a la que sólo veo en pantallas (de cine o televisión).

Zumo de naranja en mano me paseé por el salón maravillándome del cátering y observando.... A una escritora que me encantaba con 17 años escondiendo su bolso de Purificación García debajo de la mesa y contándome cómo sufre la censura de los periódicos españoles. A un actor al que de repente le vi la curva de la felicidad y el radar, todo en uno. A mucha gente dándose abrazos sentidos, como si hiciera diez años que no se veían o como si se quisieran muchísimo.

Me fui cuando estaban sacando las chuletitas y la tortilla de patatas y una horda de artistas hambrientos dejaban sin un triste canapé las bandejas. El glamour y los vestidos de Gucci los dejan para las ocasiones estelares, los Goya y los Oscar. Incluso los premios de la Unión de Actores si me apurais. Yo con los vaqueros me integro fenomenal por el momento.

viernes, 9 de mayo de 2008

Bruselas y Torremolinos, la extraña pareja


Dos semanas haciendo y deshaciendo la maleta. Primero para ir a la playa, a intentar atrapar el tono bronceado que escapó de mí porque se lo quedó todo Lola. Luego para disfrutar de dos de los pocos días de sol que vive Bruselas en todo el año y que te hacen pensar que sería un privilegio pasar un tiempo allí, trabajando en el Parlamento Europeo.

En Torremolinos hizo bueno porque lo había dicho Roberto Brasero en las noticias (y porque Lola vendió parte de su alma al Maligno o algo así, porque no me lo explico). La tarde que fuimos a Málaga fue tan 'typical spanish' que me pareció raro que no nos encontrásemos a Chiquito de la Calzada por allí. Un coro rociero de abuelas, una tuna con un cowboy y un fraile que no quiso cantar nada sólo mejorados por el DJ del pub al que fuimos después, al que se le abalanzaban las mujeres (porque ahora los perseguidos son ellos, no lo olvidemos, hay 7 mujeres por cada hombre).

El domingo, después de unas cuantas horas de atasco y otras tantas de Raffaela Carrà llegué a casa y metí unas camisas en la maleta para ir al seminario sobre los diez años del euro en Bruselas. Tenía intención de ir a tomar una cervecita la primera noche pero hubo un retraso en el avión y a lo que me dio tiempo fue a terminarme el libro nuevo de Carlos Ruiz Zafón y a darme un baño en el jacuzzi, que no lo pillo todos los días.

La cervecita llegó el martes. Más bien llegaron, porque fueron varias. Parecíamos un chiste de los de "van un español, un griego y un alemán...". Aluciné con la carta de cervezas que trajeron la primera vez y le dije al camarero que escogiera por mí una que me pegara (me trajo una Leffe que me pareció estupenda).

El miércoles uno de los responsables de prensa del Parlamento llamado Ralph nos hizo de guía y nos explicó la composición de la cámara y alguna curiosidad. Las gafas negras de Dolce & Gabbana y cómo movía las manos me hizo pensar que era absolutamente gay y que el movimiento masivo "salida del armario" no es tan typical spanish como el coro rociero. Luego vi que llevaba anillo de casado (como el amante de la Zarzamora) y mi mente dio un pase especial del largometraje Ralph, mi boda en Sevilla en el que Ralph se casaba con un rubio holandés que había conocido mirando un escaparate. El de una tienda de bombones cercana a la Grand Place. El convite era en uno de los bares de la calle Sierpes y todos llevaban maxi-gafas de sol.

Me fui por la tarde, con ganas de más y con el convencimiento de que Bruselas huele a chocolate y a lluvia.