sábado, 14 de febrero de 2009

De la superación de un "test introspectivo" y la celebración de San Faustino



Después de leer en Internet que San Faustino (santo que el año pasado Tomás y yo celebramos como santo de la amistad y la soltería -idea nada original por lo que he visto-) fue martirizado con un pepino, me doy cuenta de que la red es amplia, sus misterios son insondables y hay mucho desgraciado que escribe chorradas (para muestra, un botón).

Pero la red no sólo da penas, ya lo decía el cantante de Tam Tam Go hace años como un profeta cuando cantaba a su cibernovia ("¿para qué quiero más si me das lo que puedo querer?" -- ¿¿¿estaba loco??? ¿¿era fraile cuando escribió esto??). Yo confieso: la semana pasada me tomé el calabacín con tomate en el que consistía mi cena frente al ordenador y últimamente chateo como una loca y escucho canciones nuevas (incluso canciones inspiradas en el circo, para lo que queda una).

He sido sometida a un artilugio psicológico novedoso. Se trata del "test introspectivo" y consiste en aguantar estoicamente que agredan tu imaginación con la posibildad de un futuro espantoso. Si no huyes creo que ganas que te traigan un desayuno a la cama. En dicho test se me presentaba la tremenda situación de asistir como "tiffosa" a un partido de fútbol de treintañeros con esposas y carritos de bebé... Lo trágico del asunto es que si el partido fuera mañana iría (con los pelos como escarpias, pero iría) seguramente hasta pegando brinquitos por la calle y silbando.

Así, me contratan como secretaria la semana en la que descubro que no sé lo que es la base imponible, me enamoro por Internet tras reirme de forma reiterada (y a sus espaldas) de mi prima cuando me presentó a su novio-conocido-en-un-chat y me apunto a una grada con esposas. Nunca digas de este agua no beberé ni este cura no es mi padre.