martes, 2 de febrero de 2010

De cómo, de repente, todo puede ir un poco peor

Quizá el hecho de que la maleta pesase más de la cuenta cuando intentaba bajarla por las escaleras del portal de Casa De Gregorio era una señal... Desde que volví los planetas se alían para ponerme las cosas complicadas.

Manía persecutoria, depresión post-erasmus (¿llegó el filósofo a embuirme de su espíritu de juerga y ligues extranjeros?), "me ha mirado un tuerto"... podemos llamarlo como queramos, pero lo que está claro es que no es nada bueno. A Berlusco le rompieron la nariz con una estatuilla del Duomo de Milán tras mi marcha y a mí me han ocurrido cosas inverosímiles como que se me cayera una pulsera por valor de 600 euros en una rejilla de un bar (¿¿¿cuándo pusieron allí esa rejilla??? -- descanse en paz); que la única compañera de trabajo que me habla me perdiera la chaqueta de Fornarina; que para ver la luz dentro de mi casa tenga que sacar la cabeza por la ventana y rezar para que una paloma no defeque en ese mismo instante sobre mi nariz (al menos intacta) y, saliendo de lo material, que mi familia parezca una teleserie americana donde el tío Larry se convierte en miembro de una asociación de toxicómanos y una de las chicas de oro se tiñe las canas con café molido.

Si a todo esto le sumamos llegar al trabajo y que tu "buenos días" no encuentre otro "buenos días" amigable que le dé algo de sentido tenemos... bien, no lo escribiré para no ser de nuevo escatológica.

De todas formas hay varias cosas que me alejan de la adicción al Lorazepan que me trajo mi madre en un momento de angustia: precisamente que ella está bien y hubo una época en la que estaba tan mal que aunque cien palomas hubieran defecado sobre mi nariz rota a oscuras no me hubiera importado lo más mínimo y Novio, que sigue en niveles de tolerancia aceptables a pesar de que soy un cruce entre Flor, la amiga cursi de Bambi y Melanie Griffith colocada y compungida(casada con Don Johnson).

A todo esto mañana tengo un examen de Derecho Procesal...