lunes, 6 de octubre de 2008

El zapatito de Cenicienta


Érase una vez una joven que se cortó el pelo para irse a Italia con un look más a lo Katie Holmes. Llegó a Roma con dos pares de botas y unas zapatillas de deporte y se dio cuenta de que era imposible sobrevivir con ese fondo de armario en esa ciudad tan estilosa.
A los pocos días la joven se puso a buscar trabajo. Probó en librerías y centros de saber, porque pensaba que con su pinta de ratón de biblioteca sería fácil que la cogieran pero nada más lejos de la realidad. Cerca del Panteón se paró a mirar el escaparate de una tienda de zapatos y entonces lo vio: "se busca dependienta".
La malévola propietaria del negocio, una francesa remilgada que se parecía a la bruja del Mago de Oz le dijo que no por tener títulos era válida para cualquier trabajo. Y tenía razón, porque para vender un par de zapatos tenía que contar una retaíla de cosas que ni David Copperfield.
El tercer día, después de una dura jornada y de nuevo en el Panteón se sentó para leer y un hombre se le acercó. "¿Calzas un 38 verdad?" Ella lo miró pensando que era la pregunta más original que le habían hecho nunca para ligar. Lástima que era feo como un demonio y seguramente perturbado... Los zapatos son objetos místicos. Cada día me convenzo más.

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