jueves, 15 de enero de 2009

De la verdad de la frase "me sale más barato comprarte un vestido que invitarte a cenar"


He aquí la imagen de la discordia. Momento fotografiado en una noche berlinesa de julio y utilizado después para ahuyentar ligues potenciales por parte de mi amiga Sol. Aunque parezca que acabé con las existencias del bar, realmente sólo había pedido un cóctel y un helado...

A pesar de que sé que levantaré ampollas entre los varones españoles con esta afirmación (por alguna razón odian a los hombres que no mujeres itaianos con bastante pasión), entiendo que a las mujeres les atraigan los italianos.

El italiano de a pie ha sido educado por la italiana. La italiana le ha enseñado que para tocarle un pelo tiene que realizar una inversión de tiempo y dinero, tiene que abrir la puerta y dejarla pasar antes que él, pagar la cena, ofrecerle el abrigo si hace algo de frío y saber esperar. Emprende un "corteggiamento", palabra que a mí personalmente me suena a lo que debió de hacer mi abuelo con mi abuela antes de dejarla embarazada de mi tío.

La española llega a este país y, siempre con el miedo a ahogarse por las intensas lluvias, ve como el italiano, que en general dice veinte mentiras por minuto, la trata como si no hubiera otra mujer en el mundo. A la española eso le gusta... Le llama la atención que la acompañen siempre a casa en coche y le paguen las cenas. Eso sí, el italiano suele acabar revelándose como lo que es tarde o temprano (nada bueno)... Yo sólo digo que el espíritu este del cortejo tiene su gracia y sí... sale más barato comprarme un vestido que llevarme a cenar.

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