viernes, 3 de diciembre de 2010

... De cómo recordé que la Navidad me gustaba porque me regalaban A MÍ...


Aunque parezca mentira, esta es la foto que se acercaba más al árbol navideño que adornó nuestro pequeño zulo el año pasado. Era pelón y con bolas y espumillón azul y plateado, un ejemplo de buen gusto contenido.
Pero de lo que quería hablar hoy no era de que este año me voy a ir al Alcampo a hacerme con un arbol frondoso, quería hablar de la NAVIDAD así en mayúsculas.
Yo no he entendido nunca a esas personas que reniegan de la Navidad y se pegan golpes en el pecho mientras repiten "la fiesta del consumismo", "a mí no me gusta la Navidad", bla bla bla... Si siguen teniendo a sus familiares cercanos entonces no entiendo nada. Con lo bonito que se pone Madrid cuando Gallardón paga para que los señores de las luces la enciendan y lo entretenido que es el Navibus y lo guapos que están los niños con los gorros esos de renos...
Pero claro, todo mi periodo de amor a la Navidad ha estado marcado por un hecho para mí hasta ahora insignificante pero muy importante... Antes yo vivía en mi casa, cobraba un sueldo y podía hacer grandes regalos ¡y recibirlos!
Me iba yo con mis mil euretes a comprar a diestro y siniestro y me lo pasaba pipa pero claro... ahora con los mil euretes también hay que comer, pagar alquiler, teléfono, abono transportes... Vamos, que ahora cada vez que un amigo me invita a un cumpleaños se me ponen los pelos como escarpias, ni qué decir de las Navidades con sus múltiples amigos invisibles, visibles, sobrinos... ¡Y a mí me regalan cuatro y seguro que chusco-productos!
Cierto es que nunca ganaré a mi amiga Marta, cuando su suegra le regaló un esquijamade esos con renos y dibujos de copos de nieve...

1 comentario:

Anónimo dijo...

actualizaa!

la-atada