domingo, 2 de diciembre de 2007

Septiembre 2004

Es curioso. Cuando me cuentan cómo se le escapa la vida entre las pulsaciones del respirador mi oído se niega a escuchar más y siento que me mareo. Parece de película, pero es cierto que en momentos así necesito sentarme y que nadie se me acerque, aunque de repente todos me rodeen para darme afecto, para sostenerme. No se dan cuenta de que no necesito sostén, necesito vida, la que le falta a ella. No quiero que me cerquen con su lástima. Quiero soledad. Quiero silencio... Para que el miedo se vaya y me deje sola de una vez por todas. Es entonces cuando le encuentro utilidad a aquellos cursos de teatro y le doy las gracias a Yerma, cuando tengo que entrar a verla y sonreir pensando que el mundo ya no se merece ni una más de mis sonrisas.

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