miércoles, 20 de febrero de 2008

De los viejos que comen pipas mientras ven obras y los viejos que invierten en Bolsa

Una vez más me he convertido en la chica de la Bolsa (este comentario podría dar lugar a equívocos... no me refiero a que haya decidido dejar el periodismo y dedicarme a la vida alegre, ni a que ahora robe bancos). Estoy otra vez en la sala de prensa de este edificio que me gusta tanto por fuera y en el que hay tantos estudiantes de instituto de excursión por dentro.

Eso sí, los estudiantes, en proporción, son el 10% (siguiendo la teoría de los porcentajes que he aprendido hace poco) del total de seres humanos que habitan la bolsa. El 90% son, como ya he dicho alguna vez, ancianos desocupados.

Un anciano desocupado suele tener la misma pinta en cualquier país mediterráneo, pero los ancianos de la Bolsa son hombres maduros con traje, que ofrecen poner pisos a las señoritas que ven por el parqué (que no son muchas, a lo mejor un 2%). Nada que ver con el típico abuelo con boina incrustada, que come pipas en algún banco con vistas a una obra.

En el fondo, el anciano mediterráneo y el anciano de la Bolsa son la misma persona con diferente estatus económico. Es decir, cada uno se entretiene a su manera... El de la Bolsa mira fijamente pantallas con números de colores y se pone rojo cuando está perdiendo dinero. El mediterráneo levanta poco a poco el trasero del banco (como a cámara lenta) cuando pasa una mujer guapa y los obreros le lanzan improperios.

En próximas ediciones, seguiré dando datos de mis estudios antropológicos sobre estas dos especies de nuestro entorno...

No hay comentarios: