lunes, 18 de mayo de 2009

De la función democratizadora de los transportes públicos y la maldición de la Pinko´s bag


Cierto es que cuando vivía en Madrid no cogía el metro para ir al trabajo todos los días. El asiento del Renault Scenic a nombre de mi madre tiene la forma de mis posaderas de todo lo que lo he utilizado. "Coche de madre" lo llamaba, lamentándome por no tener un utilitario más "posh". Cuánto lo echo de menos ahora...

En fin, estoy divagando. Decía que cuando vivía en Madrid no cogía ni metro ni autobús. En Roma me he convertido en una detractora del metro y firme defensora del Pullman porque puedes mirar por la ventana y no pagar billete.

Ahora bien, el autobús es una escuela de vida. Si lo cojo a las 8 hay una horda de estudiantes que se apretujan para establecer contacto. Hoy son niños con granos, mañana serán "molestadores" de esos que dejan la mano muerta para tocar culos. En cuanto a las chicas... son Pinko girls. El 90% lleva una bolsa de tela en la que pone PINKO en letras con purpurina o lentejuelas cuyo color varía. La primera vez que la vi pensé que la susodicha era un poco macarra, luego me di cuenta de que ¡ella seguía la moda! Es una señal identificativa, como llevar un anillo de Tous. Son algo horterillas pero he de reconocer que llevan una raya del ojo intachable.

En el tranvía los personajes son más peculiares. Después del discurso anti-Berlusconi de un señor con chaleco fluorescente un día que se estropearon las puertas, la semana pasada asistí a un cortejo digno de la saga Scream. Establezco el contexto:

Físico: Él guapete, ella más.
Modo de vestir: normal, sólo un minúsculo porcentaje de raros se reconoce por su vestimenta.
Tema de conversación: películas de miedo.
Posición: Grupo de cuatro asientos, ventanilla, ella sentada enfrente de él.

Cuando la conversación había derivado de lo "divertente" que era que un señor con una sierra mecánica pusiera sal en las heridas de su víctima (ella estaba entregada) a la imposibilidad de que el personaje de Dexter pueda darse en la realidad y llevar una doble vida, aparece una niña en escena con gorro y gafas de sol que cantaba (ojo al dato) la canción en italiano de la mítica serie Juana y Sergio. Él mira a la niña y se pone a cantar con ella mientras menea la cabeza al compás y da palmas. La cortejada sonríe... Acaba la canción. El raro (porque a estas alturas ya no es un aficionado al gore, es un Raro) saca un bote de yogur líquido y dice... "mira lo que tengo aquí..."

Ante la sospecha de que el Raro además de Raro es pedófilo la cortejada deja de sonreir y el tipo saca... ¡dos tréboles de cuatro hojas! Le da uno a la niña y el otro a la guapa. Fin de la escena porque yo ya he llegado a Stazione Trastevere, la niña se baja y sigue cantando y los tórtolos quedan en el vagón. Ella no ha salido corriendo.

Tras momentos como este y las mañanas del fin de semana con mi compañera de piso y su pareja, doy las gracias a los cielos porque Novio sólo salga con cosas como querer cerrar cajones entreabiertos.

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